Los caminos de China son inescrutables (2). De las guerras del opio a la toma del poder de Mao: del caos al bloqueo.

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Textos del mensual Lutte de classe - Abril de 2025
Abril de 2025

La terrible derrota de los ejércitos chinos ante las cañoneras inglesas en la segunda guerra del opio, en 1858, iba a confirmar las predicciones de Marx: «Ahora que este aislamiento ha sido abruptamente levantado por la acción de Inglaterra, la disolución de la vieja China es tan segura como la de una momia cuidadosamente conservada en un sarcófago herméticamente cerrado que se expone al aire libre.1 Marx era consciente de que el país donde vivía, Inglaterra, iba a estar, gracias a su nueva potencia industrial, sus colonias y su agresividad, a la cabeza de convulsiones económicas y sociales de tal magnitud que cambiarían el futuro del planeta y arrastrarían, voluntaria o forzosamente, a los pueblos más atrasados, incluidos los de China.

De hecho, este inmenso país con su estabilidad social y política de casi mil años fue sacudido hasta sus cimientos más sólidos y antiguos: su emperador y su ejército de burócratas letrados, que constituían una inmensa administración centralizada y educada, permitían un control político directo sobre la población campesina, ligada ella misma a la tierra por una agricultura intensiva de subsistencia. Ellos fueron quienes mantuvieron el imperio y sus mandarines.

Las guerras del opio dejaron humillado al poder imperial y a la sociedad china con el vientre abierto. China iba a conocer entonces casi 100 años de descuartizamiento por los imperialistas, de desintegración social, de revueltas y de revoluciones: los Taiping, los Boxers, la revolución obrera de 1927 para llegar después de 1945 a la revolución de Mao.

En busca de otro camino después de la apertura forzada y los tratados desiguales...

Analizando los acontecimientos y los fracasos del imperio, los intelectuales iban a buscar otro futuro para China. Pero, ¿qué fuerza era lo suficientemente poderosa como para hacer desaparecer miles de años de organización clánica y sometimiento ritualizado de millones de campesinos?

El imperio, humillado, perdió toda credibilidad. Para pagar las enormes indemnizaciones de guerra, no paró de aumentar los impuestos, sin poder garantizar el mantenimiento de los diques de los ríos ni proporcionar ayuda en caso de hambruna, todo lo que era indispensable para la supervivencia de los campesinos pobres. Por lo cual, hasta el final del siglo XIX, no fueron más que explosiones de rabia de los campesinos que se apagaban aquí solo para reencenderse allí.

Las familias influyentes, incluyendo terratenientes y mandarines, educadas en el conservadurismo de Confucio y un fuerte sentimiento de superioridad, vieron sus privilegios afectados por el debilitamiento del poder central. En esta China donde los pilares del orden antiguo se derrumbaban, sus hijos ya no tenían futuro. Estos se sintieron rápidamente atraídos por los occidentales, buscaron inspirarse en ellos e incluso se fueron al extranjero. En la cabeza de estos hombres que se interrogaban sobre el futuro de China, iban a nacer ideas nuevas .

Cegada por su conservadurismo, la emperatriz Cixi anuló en 1898 la reforma del imperio decidida por su sobrino después de la derrota, tres años antes, contra el Japón que, modernizándose al estilo occidental, había triunfado fácilmente sobre los ejércitos chinos.

Fue en Japón, entre los estudiantes chinos, donde surgió una corriente en torno a Sun Yat-Sen y sus tres principios: nacionalismo, democracia y bienestar del pueblo que, si bien eran ideas encontradas en Occidente, estaban impregnadas de tradicionalismo chino.

El imperio finalmente cayó. ¡Es el 10 de octubre de 1911, cuando los notables hicieron el gesto más decisivo! En Wuchang, se negaron a permitir que el poder se apoderara de los fondos destinados al ferrocarril y obtuvieron el apoyo de generales y campesinos. La revolución se propagó en el sur. Los hombres cortaban su coleta - símbolo de sumisión a los manchúes - y quemaban las reliquias del culto de los antepasados. Se había terminado el imperio milenario que acababa de derrumbarse como bajo los golpes imparables de un poderoso terremoto. Fue reemplazado por una república efímera y el caos.

Una era oscura de militarismo y guerra civil, eso es todo lo que la burguesía, que nunca había tenido una existencia independiente y estaba demasiado ligada a los occidentales, podía ofrecer a la sociedad.

El vacío creado por la ausencia de poder central y el caos resultante permitieron, sin embargo, el desarrollo de un capitalismo salvaje cuyas leyes eran el dinero, el mercado tradicional de la droga y el marco del viejo sistema familiar de los clanes. La burguesía disfrutó incluso una cierta edad de oro, cuando durante la Primera Guerra Mundial la competencia occidental disminuyó, dándole momentáneamente acceso a los mercados de consumo. El resultado fue una anarquía digna de las primeras épocas del capitalismo, multiplicada por el gigantismo chino. Las ciudades costeras de la década de 1920 parecían casinos. El periodista Albert Londres, con cierta desesperación, describe así a Shanghai: «Así nació Shanghai de madre china y padre americano-anglo-franco-alemán-holando-italo-japonés-judío-español. [… ] La piratería, el juego, los cócteles - un millón de dólares - es el nombre del cóctel de Shanghai - el opio, la morfina, la cocaína, la heroína encuentran en Shangái la ciudad de su eterna primavera2

Irrupción e intervención radical de la clase obrera

Este capitalismo incipiente iba inevitablemente acompañado de la aparición de una clase completamente nueva, procedente del campo, a menudo vendida por los jefes de clanes y enviada como ganado a las fábricas de las ciudades portuarias; hombres, mujeres y niños se mezclaban a la fuerza con los que venían de otras provincias, hablando otros dialectos. A menudo vivían en viejos barcos abandonados o cabañas de bambú, en la orilla, trabajando hasta 20 horas al día y dando a veces la mitad de su salario al intermediario de su clan, animales apestosos pero útiles, decían los occidentales.

Exacerbada por condiciones de vida inhumanas, peores que en el campo, desconcertada porque a mil leguas de su provincia, de su pueblo, de su clan, esta población, a pesar de las diferencias de dialectos, se ve obligada a entenderse en las fábricas y los barrios de chabolas. Se convierte instintivamente en un medio combativo, liberado de los mil lazos que la unen a la aldea y se politiza. Espontáneamente, los obreros se organizan en los sindicatos y escuchan a los estudiantes que se vuelcan hacia el comunismo, rompiendo ellos mismos con la vieja China y todo su fárrago. Para ellos, había que cambiar todo, no guardar nada. Con las ideas comunistas, la rebelión encontraba sus palabras, sus ideas, un objetivo y una clase social para el combate.

El encuentro con el comunismo

El Partido Comunista de China nace en 1920-1921. El incremento de la actividad obrera, por su parte, ya ha comenzado hace dos años. El número de huelgas pasa de 25 en 1918 a 91 en 1922 y el número de huelguistas de 10.000 a 150.000. Y en más del 50% de los casos, los obreros ganan. Una octavilla del 1 de mayo de 1924 en Shangái resume el estado de ánimo de los obreros: «Se han acabado los tiempos en que los obreros no eran más que forraje para los patrones. Si necesitan una revolución para ceder, la tendrán!».3

La clase obrera atraviesa en pocos años décadas de historia del movimiento obrero. Reconoció a los sindicatos como una forma elemental de organización (había más de 500.000 sindicados en Hong Kong - Cantón en 1925), y el Partido Comunista Chino como su partido.

La huelga de Hong Kong - Cantón y el primer soviet «versión china»

En 1925, tras el ametrallamiento de manifestantes en Shangái, estallan huelgas a lo largo de toda la costa. En Hong Kong, 100.000 huelguistas boicotean totalmente las mercancías británicas. Bajo la dirección de un comité de huelga elegido, los piquetes de huelguistas controlan el paso de personas y mercancías. Solo dos vapores logran atracar en lugar de los 200 habituales.

El comité de huelga administra todo, desde el armamento hasta las escuelas y los hospitales. Se convierte en la «versión china del soviet de diputados obreros». Trotsky especificaba en una de sus cartas: «Se entiende por «versión china», no una especie de particularidad nacional decisiva, sino el carácter de una etapa de desarrollo del sistema soviético: era un soviet de diputados del tipo que existía en Ivanovo-Voznessensk en el verano de 1905», es decir, el primer soviet de la revolución de 1905.4

Un aliado privilegiado los campesinos locales

Los campesinos, a menudo incitados por sus asociaciones, patrullan a lo largo de las costas e impiden que los barcos británicos desembarquen sigilosamente, y luego, cuando un señor de la guerra intenta recuperar el poder en Cantón, cortan sus líneas de abastecimiento, forzándolo a retirarse. En su lucha, los campesinos exacerbados por la miseria reconocen inmediatamente a sus aliados.

La huelga de Hong Kong es el inicio de la revolución de 1925 - 1927 que desde el principio se anuncia como una lucha de los explotados de las ciudades y del campo. El radicalismo de los obreros se redobla con el radicalismo de los campesinos. Estos toman posesión de las tierras de los propietarios, las vendas de los pies de las niñas son arrancadas y los despojos del culto de Confucio son públicamente despreciados al ser paseados por las calles. Pero acabar de una vez por todas con la opresión de las campañas, eso significaba limpiar «establos de Augias» más sucios aún que aquellos de los que Lenin hablaba para Rusia. La clase obrera china podía guiar al campesinado por este camino.

Traicionado por el Comintern

A pesar de sus inmensas promesas, la revolución iba a ser aplastada por culpa del Comintern (Internacional Comunista).

El joven proletariado, en plena expansión, confiaba plenamente en el Partido Comunista, y lo siguió cuando preconizó a sus militantes ir a militar en el Kuomintang, entonces fuerza nacionalista ascendente. Pero este PC, entonces muy joven, estaba bajo la influencia de la Internacional Comunista. Estamos en 1927 y el partido bolchevique en el poder de la URSS, estaba en plena lucha de fracciones entre los que optaron por fortalecer el poder de la clase obrera, incluyendo a los trotskistas, y la burocracia estalinista en ascenso que soñaba con una estabilidad social y un reconocimiento por parte de la burguesía. Es casi ingenuamente y sin duda convencido de que acabarían facilmente con los nacionalistas del Kuomintang, que los burócratas rusos le proporcionaron armas y cuadros militares, además del apoyo del PC chino. Se subestimaba profundamente la capacidad de los imperialistas para causar daños.

Desde el comienzo del ascenso revolucionario, Trotsky abogó por que el PC saliera del Kuomintang. Pero el Comintern lo obligó a permanecer allí, a someterse completamente a él, a servirle de «coolies» como decía su representante. Cuando el dirigente del Kuomintang, Tchiang Kai-chek, desarmó al Soviet de Cantón - Hong Kong, la Internacional Comunista no reaccionó, y luego cuando yendo a Shanghái masacraba a los obreros que se alzaban en su camino, la Internacional Comunista pidió a los comunistas «ocultar, enterrar todas las armas en posesión de los obreros, para evitar un enfrentamiento militar entre Chiang Kai-shek y los obreros». Como escribía Harold Isaacs, «estas directivas equivalían a pedir a los comunistas de Shanghái que pusieran su cabeza dócilmente sobre el tajo de los verdugos»5.

Cuando Chiang Kai-shek llegó a Shanghái en abril, entonces en manos de los obreros insurgentes, los desarmó y luego los hizo masacrar. Este aplastamiento y la persecución de los comunistas en los meses siguientes hicieron varios cientos de miles de muertos. Frente a los imperialistas, fue el acto brutal y demostrativo que permitió a Chiang Kai-shek ser considerado como su hombre de confianza. La Internacional Comunista, por su parte, prosiguió sus relaciones con Chiang Kai-shek como si de nada se tratase, optando por ocultar este aplastamiento de los obreros en el partido bolchevique, en la URSS y en toda la Internacional.

Chen Duxiu, fundador y dirigente del PC, el más capacitado para elaborar conclusiones, concluía: "Aplicando sinceramente la política oportunista de la III Internacional, me convertí inconscientemente en el instrumento de la fracción estrecha de Stalin; no pude salvar ni al partido ni a la revolución. De todo esto, tanto yo como otros camaradas, debemos ser considerados responsables."6

El fracaso de la revolución de 1927 eliminó por un largo período la vía proletaria, aquella que habría permitido derrocar en profundidad el viejo mundo hecho de creencias ancestrales y de sumisión ciega a los poderosos, donde la mayor parte de los campesinos permanecían en la ignorancia y la miseria.

Después de todo, incluso la burguesía francesa en 1789, de buen o mal grado, había dejado que la población campesina atacara los vestigios del orden, no solo aristocrático sino también religioso. Solo la clase obrera podía ayudar al campesinado a realizar algo semejante. En 1917, los bolcheviques habían sabido multiplicarse para ir al campo a ayudar a los mujikes más oprimidos, a organizarse en soviets de campesinos pobres. Solo una clase obrera consciente de sus tareas podía ser capaz de esto. Y este es el camino, comenzar con la erradicación del mundo antiguo, para construir un mundo nuevo que estaba bloqueado; una vía que habría permitido salir del subdesarrollo, lo que ni siquiera la revolución de Mao iba a conseguir hacer aunque sea parcialmente el caso hoy para la población urbana.

Después del fracaso de 1927, desorientación en el PC

A pesar de los consejos de Trotsky en 1928, él mismo apartado del poder, de no abandonar las ciudades ni la clase obrera, parte del PC incluyendo a Mao aceptó la nueva situación, huyó hacía el campo y se orientó hacia el campesinado. Fue también debido a las circunstancias, un retorno a las tradiciones de la familia y a los hábitos de la provincia que hallaron eco en muchos militantes a la deriva.

Lo que se denominó «ejército rojo» incluía solo algunos centenares de soldados con pocas armas, campesinos desposeídos, desertores y bandidos locales; tenían que vivir a costa de los campesinos y ser tolerados. Para los aldeanos, estos «rojos», que no brutalizaban ni saqueaban demasiado, siempre valían más que los señores de la guerra o los apoderados del Kuomintang llamados «patas-de-perro».

La leyenda cuenta que en este período se desarrolló un movimiento revolucionario campesino. En realidad, los comunistas, aislados, se adaptaron al campesinado para sobrevivir. Para la menor cosa, como combustible, cerillas, telas, sal, dependían de los mercaderes, que eran al mismo tiempo los campesinos más ricos, los prestamistas, los empleadores. De hecho, se apoyaban en la organización social existente, su jerarquía y sus tradiciones. Aunque Mao llamara «China soviética» al Jiangxi, donde había encallado, tuvo que reconocer que los campesinos ricos habían llegado a ser mayoritarios en los puestos importantes del partido y de la administración que había establecido. Y cuando Chiang Kai-shek invadió la región en 1934, la experiencia se convirtió en un desastre, la población no apoyaba en absoluto al PC.

El episodio, duró un año, llamado «Larga marcha» fue una de esas fugas de bandas armadas como hubo tantas en ese momento. De hecho, la larga marcha fue sobre todo la de Mao hacia el poder a la cabeza del PC. Consigue atraer a otras bandas, a veces haciéndose pasar por comunistas, a veces de un señor de la guerra en desbandada, a veces de los restos de los ejércitos Kuomintang. Eliminó a sus opositores entre los cuadros comunistas lanzando contra ellos campañas de acusaciones y muchos desaparecieron... El resto cedió. Cuando se trasladó al norte, a las cuevas de Yan'an en 1935, se había convertido en el líder indiscutible. Por cierto el partido estaba reducido a casi nada, pero Mao había forjado un aparato, rigurosamente seleccionado al que había impuesto disciplina y centralización.

Nacimiento de un sentimiento nacional en China.

Solo los letrados dominaban la complejidad de lengua china, el grueso de la población campesina hablaba lenguas diferentes según las provincias y el sentimiento de pertenencia a una misma nación no era evidente. Por otra parte, el PC, en la época en que militaba en las ciudades, luchaba por la consigna: «Los trabajadores no tienen patria, ni siquiera provincias.»

La intervención militar de Japón cambió el juego. Pretendiendo ser la gran potencia asiática, se preparaba para la futura guerra mundial fanatizando al extremo a las tropas, adoctrinando y reprimiendo a la población. Son sus ejércitos los que en 1937 irrumpieron en el sur de China después de haber invadido Manchuria en 1931. Y son los abusos de estas tropas, impregnadas de su superioridad, que van a crear, poco a poco y en el horror, un sentimiento de ser chino, atrocidades como el «saco de Nankin», sus 200.000 muertos, la violación sistemática de las mujeres y la política de los Tres Todos: «Mata todo, quema todo, roba todo» en el norte de China.

Después de 1945...

El destino de China decidido desde arriba por las grandes potencias

En agosto de 1945, después de las bombas atómicas americanas sobre Japón, este capituló. Entonces comenzaron las negociaciones. Para las grandes potencias que decidieron el destino del mundo, China debía caer en el campo imperialista. Los Estados Unidos tenían a su hombre, Chiang Kai-shek, al frente del Kuomintang, que había demostrado su valía. Stalin, que respetaba al pie de la letra los acuerdos de Yalta, estaba de acuerdo. Aunque Mao negociara con Chiang Kai-shek durante 41 días para obtener un gobierno de unidad nacional, el segundo, al día siguiente, lanzó sus tropas para exterminar a los «rojos». Contra soldados famélicos y mal armados, y con tres a cuatro millones de soldados y toda la potencia logística americana, estaba seguro de sí mismo.

La insurrección campesina cambia la situación

Durante la atroz ocupación japonesa, se había acumulado el odio de los campesinos. Tras la marcha de las tropas japonesas, atacaron los que se habían beneficiado de la ocupación: los mismos que siempre los habían explotado, grandes propietarios, usureros... A la antigua explotación y a las exacciones japonesas, habían añadido impuestos, tasas, requisiciones, tareas gratuitas de tipo feudal. Los campesinos habían tocado fondo en la miseria. Los cuadros del PC organizaron «sesiones de amargura» para que los campesinos contaran... Pero fueron rápidamente desbordados; la ira explotaba, enganchaban a los arados a los señores que habían tratado a los campesinos como ganado y a veces iban más lejos. La insurrección comenzaba.

Era un levantamiento que el PC no había querido y que le planteaba problemas porque desde 1927, ni una sola vez había defendido un programa para los campesinos pobres. Se limitaba a una reducción del 25% de los arrendamientos y de los tipos de interés, lo que era suficientemente moderado para ser visto con buenos ojos por el campesinado rico, su verdadera base social. Volcarse del lado de los campesinos pobres, era perder su apoyo así como el de la burguesía de las ciudades que tenía intereses en la tierra. Pero enfrentarse solo a las tropas de Chiang Kai-shek era una muerte segura. Entre estas dos políticas, el PC vaciló durante casi un año. "Finalmente, en el verano de 1946, coreos trajeron a los comisarios la siguiente orden: repartir la tierra. El Partido Comunista había elegido. Había cruzado el Rubicon."7

El movimiento campesino iba a inclinar la balanza de poder en favor del PC. Porque era imposible para los nacionalistas enfrentarse a cientos de millones de campesinos dispuestos a morir por la tierra.

Las cosas irán muy rápido después. Aunque Chiang Kai-shek prosiga la guerra civil, el suelo cede bajo sus pasos. Sus ejércitos se rinden a los comunistas, el alto mando plagado por la corrupción aparece más que nunca estúpido, incompetente y débil. En las ciudades, la pequeña burguesía solo espera a los comunistas por lo asqueada que está.

Más que victorias militares comunistas, se trata de un colapso completo del régimen de Chiang Kai-shek. Es el inmenso movimiento campesino que lo consigue, despejando para el PC el camino hacia el poder. La entrada de los ejércitos chinos en las grandes ciudades, ya no era más que una cuestión de tiempo.

El traspaso del poder: el ejemplo de Shanghái

El terreno se hacía más fácil: recomendaciones a la población para que mantuviera la calma y a los trabajadores para que siguieran trabajando y protegieran las propiedades, incluidas las extranjeras. Los cuadros locales del PC habían agitado su red (los clanes son tan grandes...) y organizado banquetes para los notables que, a condición de declararse patriotas, no tenían de qué preocuparse. Por supuesto, los burgueses más ricos ya habían puesto su fortuna a salvo, dejando al mismo tiempo sobre plaza un vástago para vigilar sus bienes, el tiempo de ver cómo irían las cosas.

Mientras tanto, los canallas del Kuomintang huían y, de noche, Tchank Kai-chek obligaba a filas de coolies a transportar, bajo la amenaza de los fusiles, los lingotes de oro que robaba al banco de China.

Por la mañana, las tropas campesinas, debidamente preparadas por los cuadros del PC, entraban en la ciudad.

Conclusión

Después de un siglo de horrores y matanzas para los más pobres, de decadencia, debida a la droga para los demás, China acababa de conocer una revolución, dirigida por un ejército pequeñoburgués, debidamente formado durante dos décadas de guerrilla. Ella logrará liquidar los vestigios feudales más escandalosos de la vieja sociedad, acabar con bandas armadas dirigidas por un señor de la guerra u otro que, esporádicamente, atravesaban toda China, de norte a sur y de sur a norte, y finalmente a unificar este país dividido desde hacía un siglo.

China se dotaba de un aparato de Estado complejo, con los viejos compañeros de la primera hora de Mao, jóvenes intelectuales de la burguesía industrial y mercantil separados de su clase de origén, jóvenes rurales llegados a las ciudades primero para huir de la miseria, tal vez para trabajar y sobre todo para aprovechar la oportunidad de ponerse al servicio del partido. Un aparato constantemente adoctrinado y a menudo depurado.

Al salir de la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes imperialistas, en particular estadounidenses, se opusieron violentamente a la revolución china pero no lograron vencerla; entonces le infligieron la sangrienta guerra de Corea de 1950-1953 y sus casi tres millones de muertos. Una vez más, la China de Mao resistió, obligando incluso a los estadounidenses a aceptar un statu quo. Pero el imperialismo, siempre encarnizado, amenazó sus costas, a partir de Taiwán, por fin le impuso un bloqueo, aislando al país del mercado mundial.

China se vio entonces obligada a vivir en una autarquía casi completa. Mao, apoyándose en el aparato de Estado que había creado, intentó hacerle frente. ¿Pero a qué precio? Tuvo que fortalecer su Estado a costa de la sobreexplotación de la clase obrera y del mantenimiento del campesinado en la miseria, política aplicada por sus sucesores. China mantuvo su independencia aplastando a los más pobres. Sin embargo, cuando el país se abrió en 1978, resultó que China había logrado salir del atolladero del atraso, al menos más, que su vecino indio.

Hoy en día, China se ha convertido en súbdito del imperialismo y es considerada como un simple taller de sus empresas más eficientes. Haber acumulado dólares en los bancos americanos la hace completamente dependiente de la economía capitalista mundial.

Ya en 1932, Trotsky había anticipado las consecuencias de una revolución que no sería dirigida por el proletariado; escribía a sus camaradas chinos que le habían informado de su renacimiento después de la terrible represión de 1927: «Pero el campesinado, incluso armado, es incapaz de dirigir una política independiente ... El campesinado, que en tiempo ordinario ocupa una posición intermedia, indecisa y fluctuante, puede, en el momento decisivo, caminar detrás del proletariado o de la burguesía. El campesinado no encuentra fácilmente el camino hacia el proletariado, y solo lo encuentra después de una serie de errores y derrotas. La pequeña burguesía urbana, principalmente la intelligentsia que interviene habitualmente bajo la bandera del socialismo e incluso del comunismo, constituye un puente entre el campesinado y la burguesía.»8

Ya en dos ocasiones, durante el siglo XX, el imperialismo ha llevado a la humanidad a un conflicto mundial para mantener su preeminencia sobre los pueblos de todo el planeta y la relación de fuerza con sus competidores.

En nuestra época, la gran burguesía convertida en imperialista domina todo el planeta, controlando todas las riquezas de la humanidad, acumuladas desde hace casi tres siglos, y manteniendo sistemáticamente a los pueblos en el atraso. Hoy, ningún particularismo económico y social tiene futuro fuera de la dominación burguesa. Incluso países tan grandes como China son más dependientes que nunca.

El sentido de la evolución social es el de una unificación del planeta. Pero esta globalización choca en muchos aspectos con la propiedad privada de la gran burguesía que, apoyada por Estados poderosos, administra fortunas superiores a los presupuestos de muchos países.

La única clase capaz de vencer la burguesía y gestionar la economía a escala mundial es el proletariado. Como decía Trotsky en la carta ya citada: «El obrero se esfuerza por resolver los problemas a escala de todo el Estado (leer colectividad) y según un plan; el campesino, por su parte, aborda todos los problemas a escala local...» Hoy, la rapacidad de la burguesía lleva a la sociedad a un callejón sin salida. Para salir de este último, solo el proletariado derrocando el poder de la burguesía podrá ofrecer una perspectiva a la humanidad.

3 de abril de 2025

1.Karl Marx, New-York Herald Tribune, 14/06/1853.

2.Albert Londres, Locura en China, 1922.

3.Harold Isaacs, La tragedia de la revolución china, 1938.

4.Trotsky, Post scriptum a la carta de Alsky, 29/03/1927.

5.Harold Isaacs, La tragedia de la revolución china, 1938.

6.Chen Duxiu, Llamamiento a todos los camaradas del Partido Comunista Chino, diciembre 1929.

7.Jack Belden, La China estremece el mundo, 1951.

8.Trotsky, La guerra de los campesinos en China y el proletariado, 1932.