Hay que poner la economía bajo el control de los trabajadores

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 15 de diciembre de 2025
15 de diciembre de 2025

Los 750 empleados de Brandt recibirán su carta de despido en Navidad. ¿Y cuántos más si tenemos en cuenta las empresas que cierran sin aparecer en los titulares? 

Solo en la industria, después de ArcelorMittal, NovAsco, Valeo, Forvia, Michelin, Stellantis, Blédina, Teisseire... 165 centros están amenazados desde septiembre, muchos de ellos pymes. En todos los sectores, la CGT ha registrado 483 planes de destrucción de empleo en los últimos 18 meses y más de 100 000 puestos de trabajo amenazados o suprimidos. 

¿A quién se culpa de esta sangría? Al «libre comercio», la «competencia desleal», la «oleada china», según se oye decir. ¡Una forma muy conveniente de desviar la atención y eximir de toda responsabilidad a los accionistas, a los grandes empresarios y a todos aquellos que se han enriquecido durante décadas a costa de los trabajadores! 

No nos dejemos engañar: ¡hay que pedir cuentas a quienes dirigen y han dirigido estas empresas y a sus mandantes, los grandes accionistas, los multimillonarios beneficiarios de los fondos de inversión! ¿Acaso ellos se van a quedar sin trabajo? ¿Temen hundirse financieramente? No. Al explotar a los trabajadores, han amasado fortunas y seguirán siendo los amos y los principales beneficiarios de la economía. 

¡Hay que obligar a estos capitalistas a pagar, continuando con el pago de todos los salarios y haciendo que ninguno de sus empleados tenga que cruzar la puerta de France Travail! ¡Hay que recurrir a los beneficios y dividendos acumulados para garantizar una vida digna a todos los trabajadores!

Todos los partidos políticos juran que quieren luchar contra la desindustrialización. Al frente de las ciudades o de las colectividades locales, todos tienen exactamente la misma política que Macron: prometer decenas de millones de ayudas públicas a los capitalistas para que se dignen invertir en Francia.  

Es un doble desperdicio, porque no detiene los cierres y los despidos y vacía las arcas del Estado, cuando este debería contratar y crear él mismo puestos de trabajo, tan necesarios, en la sanidad, la asistencia y el cuidado de personas mayores y dependientes, y en la educación. 

La única ocupación de los capitalistas, si es que se le puede llamar así, es hacer fructificar su capital. Les importan tan poco los trabajadores como organizar la economía de forma racional. Han convertido a China en el taller del mundo, porque los bajos salarios hacen que la explotación sea más rentable. Y cuando los industriales fabrican sus artículos deportivos o sus teléfonos móviles en China, ¡no encuentran nada que objetar a la «competencia desleal»!

Ahora se habla de la nacionalización como una solución a la desindustrialización. Pero los trabajadores que vivieron la nacionalización de la siderurgia, llevada a cabo en 1982 por el Gobierno de Mitterrand, en el que participaban ministros comunistas, guardan un recuerdo amargo.  

Lejos de salvar los puestos de trabajo, ese gobierno salvó a los capitalistas, liberándolos de un sector que ya no consideraban lo suficientemente rentable. Para los trabajadores, fue una sangría. En veinte años, la plantilla de la siderurgia pasó de 157 000 a menos de 40 000 empleados, arruinando ciudades como Longwy, en Lorena, y Denain, en el norte. 

Que el Estado dirija en lugar de los capitalistas no cambia el hecho de que la economía se organiza en torno a la búsqueda del beneficio, la propiedad privada y la competencia, e impone a todos una carrera loca por la competitividad. 

Este es también el problema de las cooperativas. Estas demuestran que los trabajadores son capaces de gestionarse sin tener que soportar a accionistas parásitos, y por eso no gustan a los grandes empresarios y banqueros. Pero los trabajadores que gestionan estas cooperativas, al igual que los pequeños empresarios, siguen siendo prisioneros de la jungla capitalista y sus reglas. 

Para que la economía responda a las necesidades de todos y deje de estar guiada por la carrera por el beneficio y el enriquecimiento ilimitado de una minoría, debemos ponerla bajo nuestro control. Esto requiere expropiar a los capitalistas y derrocar al Estado, que está totalmente al servicio de la burguesía.

Entonces podremos decidir juntos qué producir, cómo y en qué cantidad. Podremos eliminar el desempleo repartiendo el trabajo entre todos. Podremos poner fin a la competencia destructiva cooperando con los trabajadores de otros países para aprovechar los avances logrados por unos y otros. 

No es una utopía, porque los medios materiales y tecnológicos están ahí, al alcance de la mano.  

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 15 de diciembre de 2025