Haití y la deuda extorsionada por Francia en 1825

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Textos del mensual Lutte de classe - Julio-agosto de 2025
Julio-agosto de 2025

A continuación reproducimos una conferencia realizada por nuestros compañeros de la Organisation des travailleurs révolutionnaires (OTR, Haití) en la Fiesta de Lutte Ouvrière celebrada en Presles los días 7, 8 y 9 de junio pasados.

Los esclavos rebeldes conquistan su libertad y la independencia de Haití.

La «deuda de Haití», es así como los historiadores han denominado el rescate que el pueblo haitiano ha tenido que pagar durante dos siglos para preservar la libertad conquistada con la lucha y mantener su independencia nacional.

Durante todo el siglo XVIII, Haití, entonces llamada Saint Domingue, fue el corazón del sistema colonial francés. Arrancados de África, 450.000 esclavos cultivaban azúcar bajo el yugo de 5.000 plantadores. El látigo, las torturas y, en ocasiones, la muerte eran el destino de aquellos que se atrevían a rebelarse. En estos presidios se producían tres cuartas partes del azúcar del mundo, para mayor beneficio de la burguesía metropolitana.

Los esclavos nunca habían aceptado su destino. En agosto de 1791, 100.000 esclavos se rebelaron y comenzaron a incendiar las plantaciones. El representante de la Asamblea Nacional, Sonthonax, enviado para restablecer el orden, no tuvo más remedio que proclamar el 29 de agosto de 1793 la abolición de la esclavitud en la parte norte de Haití, que estaba bajo su autoridad, mientras las tropas británicas y españolas invadían la colonia. En ese momento, Francia se encontraba en el punto álgido de la revolución y la abolición de la esclavitud fue ratificada con entusiasmo y extendida a todas las colonias francesas por la Convención el 4 de febrero de 1794. Los esclavos se hicieron con el control del país bajo el mando de su general, Toussaint Louverture.

Su victoria quedó sellada con la capitulación del ejército enviado por Napoleón en diciembre de 1803, y Dessalines firmó la independencia de Haití el 1 de enero de 1804.

Un rescate impuesto por un acto de piratería

La burguesía francesa se negaba a aceptar su derrota, los plantadores esperaban volver para retomar la lucrativa explotación de la caña de azúcar y de los esclavos que había convertido Saint Domingue en la «perla de las Antillas». Los colonos ingleses, españoles y franceses de otras islas temían que el ejemplo haitiano contagiara a sus colonias.

Así, veintiún años después, la flota francesa amenazó las costas de Haití. El 17 de abril de 1825, mediante una ordenanza firmada por el rey Carlos X, Francia exigió 150 millones de francos-oro a la joven República de Haití.

Se trata del equivalente a cinco mil millones de euros actuales para compensar las «pérdidas» de los antiguos colonos, es decir, los esclavistas desposeídos. Esta suma colosal representaba aproximadamente diez veces el presupuesto anual del joven Estado haitiano y alrededor del 300 % de su renta nacional, cuatro años de producción.

El rescate convertido en deuda financiera

Al no disponer de esa suma astronómica, el presidente haitiano estuvo obligado por Francia a pedir un préstamo a los bancos franceses —Rothschild y compañía— para indemnizar a la antigua potencia colonial. Así nació la famosa «deuda doble»: primero el rescate, luego la deuda contraída para pagarlo, con intereses, por supuesto, bajo la amenaza de una escuadra de guerra francesa anclada en la rada de Puerto Príncipe.

No existe «deuda» de Haití, se trata más bien de un robo respaldado por las burguesías coloniales, un «rescate» que ha metido el Estado haitiano en un círculo vicioso de endeudamiento. En este desastre, la fracción comercial de la burguesía nacional naciente, sacó provecho de la situación. La burguesía haitiana fundó el Banco Nacional de Haití (BNH) en septiembre de 1880. Desde su creación, este banco fue un instrumento en manos de los financieros franceses para mantener el control económico sobre la antigua colonia hasta el siglo XX.

Economía de renta y espiral de deuda

Detrás del BNH se encontraba el Crédito Industrial y Comercial (CIC), el cobrador de la deuda. El préstamo obligaba al Gobierno haitiano a pagar al CIC casi la mitad de los impuestos sobre las exportaciones, como los del café, hasta que se pagara la deuda, lo que agotaba la principal fuente de ingresos de los dirigentes del país.

Así, la mayor parte de los ingresos públicos del país, que deberían haberse invertido en la construcción, en particular de escuelas y hospitales, en infraestructuras para el suministro de agua corriente y electricidad, y en educación, fueron desviados. Se transfirieron a Francia, donde el CIC los invirtió en actividades lucrativas, entre ellas la construcción de la Torre Eiffel.

Los beneficios obtenidos de la explotación de los campesinos cultivadores de café se convirtieron en un factor de enriquecimiento de la burguesía francesa. Durante casi un siglo, los campesinos haitianos compraron sus tierras a los antiguos colonos franceses que habían sido expropiados cuando Saint Domingue alcanzó la independencia. El dinero se envió por barco a través del Atlántico y llegó a la Caisse des dépôts et consignations (Caja de Depósitos y Consignaciones) en París. Estos ingresos se repartieron posteriormente entre 12.000 antiguos colonos expropiados, seleccionados por una comisión como beneficiarios.

Mientras el mercado del café se mantenía en niveles altos, la burguesía haitiana pagó a los bancos franceses su cuota obligatoria, al tiempo que se metía en los bolsillos la parte que desviaba.

Cuando el mercado del café se derrumbó en la década de 1890, la economía se encontró al borde del abismo y la burguesía que gobernaba el país necesitó un nuevo préstamo. En 1896, el Banco Nacional obtuvo cincuenta millones de francos (unos 310 millones de dólares actuales). El préstamo estaba garantizado una vez más por el impuesto sobre el café, la fuente de ingresos más fiable del país.

Los banqueros franceses se pagaban a sí mismos comisiones gigantescas. Los banqueros haitianos también se aprovecharon de la situación, desviando gran parte del dinero. Le siguieron otros préstamos, oficialmente para construir el país. El pago de la deuda se extendió a lo largo de varias décadas y, por lo tanto, a varias generaciones de pagadores y beneficiarios.

De la ocupación estadounidense a la dictadura de los Duvalier

La burguesía estadounidense también se interesó por la situación económica de Haití. El National Bank de Nueva York compró parte de la deuda y luego tomó el control de los bancos del país. En 1914, los marines estadounidenses invadieron el país, saquearon 500.000 dólares en oro y se instalaron en Haití. Durante la ocupación estadounidense, los militares impusieron trabajos forzados, similares a la esclavitud, para construir infraestructuras. Los banqueros estadounidenses controlaban las finanzas y los sucesivos presidentes eran instrumentos a su servicio. En 1922 impusieron nuevos préstamos. La ocupación militar duró hasta 1947.

Entre 1957 y 1986, durante treinta años de dictadura, los Duvalier, padre e hijo, continuaron explotando a los trabajadores y campesinos. Se enriquecieron a costa de la clase trabajadora y aumentaron aún más su miseria. Tras la caída de los Duvalier, la burguesía siguió navegando en un océano de miseria. No fueron la oligarquía ni la clase política dominante quienes pagaron la deuda. Fueron los campesinos de la época y sus descendientes actuales.

Detrás de la cuestión de la deuda, la del dominio imperialista.

El impacto de este rescate en la economía de Haití fue devastador. Este chantaje colonial agotó durante un siglo las finanzas públicas del país. El dinero que debería haberse destinado a construir carreteras, escuelas y hospitales, y a desarrollar la agricultura y la industria, se desvió para enriquecer a los antiguos colonos y sus bancos. Más allá de la burguesía francesa, benefició a la burguesía mundial. El resultado fue que el campesinado, que representaba la columna vertebral económica del país, se vio sometido a una gran presión. Era necesario gravar, expropiar y obligar a producir para pagar esta deuda. Sin infraestructuras, sin acceso al crédito, sin asesoramiento técnico, sin nada, los campesinos se vieron reducidos a una vida de miseria, condenados a sobrevivir día a día en tierras y montes empobrecidos. Este rescate, pagado con el sudor y la sangre de las masas trabajadoras, condenó a Haití a un subdesarrollo cuyos efectos aún son visibles hoy en día: un país sin base industrial, sin servicios públicos y con una población empobrecida hasta el extremo.

Pero este rescate no es la única causa del subdesarrollo de Haití. Algunos países africanos, que no tuvieron que pagar ningún rescate por su independencia, se encuentran sin embargo en una situación de miseria comparable, e incluso peor en algunos casos.

El verdadero denominador común es la dominación imperialista mundial. La colonización destruyó las estructuras económicas locales, impuso economías rentistas dependientes y mantuvo a los antiguos territorios bajo el yugo de potencias extranjeras mediante la deuda, el control de los recursos y el dominio político. Desde entonces, el capitalismo no ha dejado de agravar estas desigualdades, transformando los antiguos países colonizados en reservas de materias primas y mano de obra barata, estrangulando cualquier posibilidad de desarrollo autónomo. El rescate no fue más que un instrumento entre otros para mantener a Haití en el seno de la dependencia cuya matriz global es el sistema capitalista.

«El capitalismo vino al mundo sudando sangre y lodo por todos los poros», decía Marx, refiriéndose a los crímenes de la acumulación primitiva del capital y al «tráfico de carne humana». Crímenes y saqueos durante las cruzadas, esclavitud y exterminio de los indígenas de América Latina, esclavitud de más de 15 millones de africanos deportados a América, trabajo infantil en Europa, leyes contra la vagancia, trabajos forzados, jornadas laborales de 16 a 18 horas en las primeras fábricas y manufacturas de Europa: fue mediante el robo, el saqueo y la feroz explotación de seres humanos en todo el mundo como se produjo la acumulación primitiva de capital de la clase explotadora actual , la burguesía.

¿Qué «reparación»?

Dos siglos después de la independencia, Haití sigue pagando por haber osado romper sus cadenas. Hoy, en 2025, se conmemora el bicentenario de esta estafa internacional, un saqueo legalmente certificado, que ha estrangulado a Haití durante más de un siglo. El único homenaje verdadero que se puede rendir con motivo de este bicentenario no es una conmemoración hipócrita ni una enésima promesa de reparación. Sería acabar con el sistema que ha engendrado tal injusticia. Un sistema que aplasta a los pueblos en beneficio de una minoría de parásitos. La burguesía imperialista y sus lacayos locales en Haití continúan su obra de destrucción, saqueando los recursos, empobreciendo y masacrando a las masas, ahora lo hacen bajo la barbarie de las bandas armadas, avatares modernos de la misma dominación capitalista.

Macron habla de reparaciones. ¿Cuáles? Las verdaderas reparaciones no vendrán ni de los miles de millones prometidos ni de las comisiones creadas por los Estados imperialistas. Porque la deuda acumulada por la burguesía capitalista —tanto por la esclavitud de los negros como por la explotación de los trabajadores de todos los colores— es simplemente inconmensurable. El capitalismo se ha construido sobre el saqueo, el sudor y la sangre de las masas oprimidas del mundo entero. Por eso, la única salida real pasa por una revolución social liderada por quienes hacen funcionar la sociedad: los trabajadores.

Los esclavos asalariados, productores de toda la riqueza, son los únicos capaces de derrocar el orden capitalista. Esta tarea solo puede ser internacional, ya que la opresión de los negros, como la de todos los pueblos dominados, es producto de un sistema mundial.

La emancipación de los descendientes de esclavos no puede disociarse de la de los explotados de todos los continentes. No se trata de un eslogan, sino de un imperativo histórico: ¡será el socialismo mundial o la barbarie!