¡Prohibición de los despidos, bajo pena de requisición!

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Textos del semanario Lutte Ouvrière - 5 de mayo de 2025
5 de mayo de 2025

A los 360 planes de despido y los 200.000 a 300.000 empleos en peligro en todo el país, se suman ahora tres grandes grupos: ArcelorMittal (630 supresiones de empleo), STMicroelectronics (1.000) y LVMH (1.200).

Estos anuncios son indicativos de la codicia de las grandes empresas y de su dictadura sobre la economía y la sociedad.

En cuanto a LVMH, es una caricatura. La multinacional ha registrado unos beneficios de más de 12.000 millones. Ha pagado 3.000 millones en dividendos a su principal accionista, el emperador del lujo y hombre más rico del país, Bernard Arnault. El equivalente a un salario mínimo cada 15 segundos.

Este señor sólo cuenta en miles de millones, pero aún no tiene bastante: quiere que su filial Moët Hennessy sea más rentable. Así que se suprimirán 1.200 puestos de trabajo al no sustituir a los empleados que se jubilan. A los que se queden les toca trabajar a doble turno ¡y traer el dinero de Su Señoría!

ArcelorMittal y STMicroelectronics han superado los mil millones de beneficios cada una en 2024. Y por si fuera poco, han recibido una lluvia de dinero público en nombre de la política de reindustrialización.

El Gobierno ha concedido a ArcelorMittal una ayuda de 300 millones de euros y se ha comprometido a invertir 850 millones en la descarbonización de su planta de Dunkerque. Para STMicroelectronics, el regalo es aún mayor: a cambio de crear 1.000 empleos, el Gobierno ha prometido 2.900 millones en ayudas para ampliar su planta de semiconductores de Crolles, en Isère.

Cuando las ayudas se destinan a los trabajadores, las patronales denuncian las «paguitas» y a quienes «abusan» de ellas.  En este caso, se trata de cientos de millones de euros y de miles de millones concedidos a grupos ricos que ni siquiera se molestan en cumplir su palabra de desarrollar la industria y el empleo. Pero no oiremos al gobierno ni a sus loros mediáticos llamarles mentirosos o aprovechados.

Los políticos que dirigen el país sólo tienen en la boca la palabra «reindustrialización». Pero ni siquiera son capaces de prohibir a esos grandes grupos que despidan personal o cierren fábricas. No podemos contar con estos títeres de la burguesía para asegurar nuestro sustento.

Por su parte, los dirigentes de la izquierda y de la CGT han resucitado la idea de la nacionalización. La nacionalización de ArcelorMittal salvaría el empleo y el acero francés, explicaron a los obreros de Dunkerque el 1 de mayo.

Les vendieron un sueño. No les cuesta mucho: ¡no están en el poder!

Cuando estaban en el poder, con Hollande, ellos mismos capitularon ante Lakshmi Mittal y le dejaron cerrar los altos hornos de Florange. Porque nacionalizar contra la voluntad de los capitalistas presupone la voluntad de enfrentarse a ellos. Esta es una cualidad que los dirigentes de la izquierda no tienen y nunca tendrán, ya que ellos también son defensores del sistema capitalista.  

En cuanto a las nacionalizaciones decididas conjuntamente por el Estado y las grandes empresas, son siempre en interés de los accionistas y contra los intereses de los trabajadores.

Este fue el caso de la industria siderúrgica a principios de los años ochenta. La familia propietaria de los principales altos hornos de Wendel se retiró del sector y resurgió en las finanzas. Pero los trabajadores de Lorena guardan un amargo recuerdo. Fue el Estado el que despidió y cerró las plantas no rentables. Una vez modernizada la siderurgia con dinero público, el gobierno la reprivatizó: ¡un método probado de nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios!

Por supuesto, tenemos que impedir que estos grandes empresarios hagan daño. Tenemos que sacar del mercado y de la carrera por el beneficio bienes vitales como la electricidad, el transporte, la sanidad y la vivienda... Tenemos que poner fin al desastre de la competencia y sustituirla por la planificación y la cooperación internacionales, capaces de satisfacer las necesidades de todos.

Para ello, hay que tomar el poder sobre las grandes multinacionales. Y no es comprando esas grandes empresas a sus actuales accionistas como les quitaremos el poder. Es expropiándolas y transformándolas en propiedad común gestionada por los trabajadores.

Esto sólo puede ocurrir con la movilización masiva de los trabajadores y la conciencia de que tenemos que derrocar a las grandes empresas. Esta lucha comienza por los objetivos que exige la situación: ¡prohibición de los despidos, bajo pena de requisición!

Nathalie Arthaud

Editorial de los boletines de empresas del 5 mayo de 2025